viernes, 14 de enero de 2011

Bares y taxis en Nueva Nueva York

En mis años viendo, leyendo y jugando libros, películas y videojuegos de ciencia-ficción, he ido desarrollando cierta idea que se podría resumir de la siguiente manera: visitar un bar y coger un taxi es la manera idónea de presentar una ciudad futurista. ¿Por qué? Veamos.

Un bar, como centro de reunión social/sitio donde ahogar las penas al calor de una canción de corazones rotos, es el lugar perfecto para hacerte mediante un vistazo una idea general de lo que la ciudad, y el sistema en general, tiene que ofrecerte. Ya sea en un puesto callejero o en un buen bar (la barra en forma de U con el camarero moviéndose por su interior es opcional), con la gente apiñada pidiendo un Ruby Bliel o sentada bajo una tenue luz, conversando entre ellos y/o haciendo contrabando, la imagen es instantánea. Sí, igual un tipo de mala catadura te salta con un estoy condenado a muerte en doce sistemas mientras te apunta con un arma, pero, si sobrevives, sacarás en claro a quién no te tienes que acercar la próxima vez. Añadámosle a ello una vieja telepantalla polvorienta que nos dará idea de cuál es la propaganda oficial así como de los programas de éxito entre el populacho para completar el panorama.


Los más pintorescos personajes no se dan exclusivamente en el interior del pub, sino también en nuestro camino hacia él, sobre todo en aquellos mundos distópicos donde los estratos sociales se distribuyen de forma vertical a lo largo de mega-edificios que dejan los pisos bajos a la escoria de la ciudad. Ya sea moviéndose por los bajos fondos o por los aledaños del mercado (precios muy competitivos en imitaciones sintéticas), la galería de personajes entre los que se puede meter el protagonista, junto a los propios sitios por los que deambula, sirven para presentar hasta cierto punto la división del mundo en el que se mueve. ¿Qué se compra? ¿Qué se vende? ¿Quién lo vende?


Respecto al taxi, su mismo interior puede ser de lo más revelador, más aún si nos encontramos con el aero-taxi que combina exterior e interior high tech con conductor grasiento (y posiblemente disfuncional) en su camiseta estilo imperio. Sea como fuere, un taxista es una potencial fuente de información: política, clima, obras, la vida en general, estado de las colonias del espacio exterior... Una amena conversación con él puede proveer de ésta y de más tipo de conversaciones (¿cómo le gustan las mujeres: voluptuosas, atléticas...?) que dotarán de vida al mundo que pasa ante nuestros ojos al tiempo que sacamos rentabilidad a los contacreds que se van sumando en el aero-taxímetro.


Por otra parte, es de esperar que haya taxistas que ofrezcan la posibilidad de dar una vuelta por la ciudad pactando anteriormente un precio con éstos. Ello permitiría, al mismo tiempo que multitud de anuncios tratan de alcanzar nuestro cerebro a través de todos los sentidos, y en contraposición a las profundidades de la ciudad, echar una vista de pájaro sobre la zona elevada de la misma y ver los edificios de las grandes corporaciones (Tyrell, Mamacorp) así como otros sitios de interés, prodigios del diseño que no son sino una imagen constante del poder que han alcanzado. Además, si la paga es buena, un taxista motivado puede convertirse en el mejor aliado en una ciudad complicada (suponemos que está curtido en lidiar con pasajeros de todo tipo).

Con esta explicación, propia de quien todavía observa con ojos de niño cómo es retratado el futuro en los diferentes medios, simplemente quería resaltar una cuestión: la importancia del aspecto social a la hora de representar las grandes ciudades en la ciencia-ficción. No es todo politiqueo e ingenieros dialogando en bucle sobre lógica. Dependiendo de lo que se pretenda contar.


Una entrada más escrita originalmente para El Ojo Escarlata.

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