jueves, 10 de febrero de 2011

Combichrist+Mortiis en Pamplona


Últimamente, el ritmo de giras extranjeras de grupos por Pamplona ha avivado el panorama aletargado en el que nos encontrábamos hace unos años. Si bien ya habíamos hecho un hueco en el sofá de nuestras casas a Barón Rojo, había ganas de más variedad, de ver por la calle carteles anunciando a unos Napalm Death, unos Obituary o los próximos conciertos de Angelus Apatrida o Grand Magus. Parece que poco a poco, con gente como la de la sala Totem, vamos consiguiendo que esta ciudad vaya dejando de ser un páramo cultural con ínfulas (¿alguien dijo Festival Joven del Día de Navarra?). No obstante estas novedades, lo que no me esperaba encontrar, como no me esperaba encontrar el año pasado a Kataklysm+Death Angel+Keep of Kalessin, era un concierto de Combichrist y Mortiis. ¿Cómo? ¿Música eléctronica no indie por aquí? Pues era verdad.

Procedentes ambos grupos de Noruega, Combichrist, capitaneados por Andy LaPlegua y exponentes de un potente electro-industrial, venían de telonear a Rammstein en la última gira de los alemanes (y así venía publicitado por todas partes). En cuanto a Mortiis (Havard Ellefsen), qué decir de él: salió de Emperor tras el EP homónimo para montar su proyecto de ambient, fue añadiendo complejidad a esos temas basados en teclados y con The smell of rain pasó a hacer algo similar al rock industrial, sonido al que terminó de dar forma añadiendo elementos electrónicos con sus dos últimos discos. Payaso que se disfrazaba de goblin para unos, músico en toda regla para otros, Mortiis llegó con su banda para presentar su último álbum, Perfectly defect.


Celebrado el pasado 23 de enero, no sabía a ciencia cierta qué tirón podrían tener estos grupos un domingo en una ciudad como Pamplona que no destaca por su amplia oferta de música industrial y electrónica. Se ve que algo parecido pensaron Mortiis y su gente antes de salir a escena dado que la demora en coger los instrumentos fue reseñable. Una centena larga de personas calculo que habría allí esperando cerca de las 21 cuando tocaron las primeras notas ante un público frío y apenas entregado al que por mucho que lanzó agua (y después las propias botellas de agua) Havard no logró despertar hasta las últimas canciones de su concierto. Especialmente centrado, lógicamente, en su último disco (disponible para descargar gratuitamente en su web), apenas dejaron hueco para The grudge (Decadent & desperate) y tan sólo Flux/Mental maelstrom, si no me equivoco, para The smell of rain (You put a hex on me o Smell the witch habrían sido todo un acierto). No obstante, el sabor del concierto fue bueno y no permitieron que la falta de movimiento del público repercutiese en sus ánimos a la hora de tocar.

Imagen cortesía de Erika

Volvieron las luces, y sin bises, tampoco es que se pidieran, se marcharon Mortiis. Pasados unas minutos, la sala de nuevo se quedó en la penumbra y un público ahora enfervorecido saludaba a Combichrist. La verdad que no me esperaba algo así. En mi ingenuidad pensaba que la gente había venido más por Mortiis que por éstos, pero la diferencia de respuesta ante los grupos me demostró lo ilusa que era mi apreciación (es probable que la publicidad de Rammstein hiciera su efecto). Y la verdad es que Andy LaPlegua y los suyos dieron todo un concierto. LaPlegua se portó como un frontman con una presencia brutal: yendo de un lado al otro del escenario, interpretando tanto con su voz como con sus gestos, moviendo al público, interactuando con él... Los percusionistas, uno en cada lateral de la escena, llevaban los ritmos violentos y certeros de los temas mientras el teclista aportaba la electrónica mientras emergía del centro sobre un podium. Canción tras canción, el grupo llevaba a sus seguidores por donde quería. Tan sólo había escuchado de ellos el Everybody hates you (y por eso eché en falta This shit will fuck you up), pero salí tan encantado que terminé cogiéndome el What the fuck is wrong with you people? en los puestos de merchandising.


Y tras los bises (que acabaron con un percusionista tirándole un bombo al otro y con el teclista bajando del podium para cantar) e intercambiar un par de palabras con Mortiis (si os va el ambient no dejéis de escuchar Vond), puse rumbo a casa, rememorando el concierto que acababa de presenciar. Por último, mensaje a ciertos salvapatrias que se reían de aquellos que siguieron el concierto bailando (y no me incluyo): hay que ser MUY imbécil para pagar entre 22 y 25€ por un concierto de rock industrial y electrónica y no saber qué ambiente te vas a encontrar. Profundamente imbécil. Algunos parece que llevan chupas vaqueras a cambio de cerebro. Por lo demás, un placer ver y hablar con la gente que por allí había y sabía dónde estaba.