jueves, 9 de agosto de 2012

DX-Ball


En 1986, Taito, esa compañía cuyo logotipo tenemos incrustado en el cerebro tras años jugando a las máquinas recreativas, decidió coger el viejo juego Breakout de Atari y darle una limpieza visual. El resultado fue Arkanoid, un éxito inmediato que se tradujo en su aparición en todo tipo de consolas, en las mencionadas maquinitas y en el interés de todo tipo de programadores por destriparlo y hacer su propia versión de este adictivo arcade.

Uno de estos programadores fue Michael P. Welch, alguien que se define como gran fan de los ordenadores Amiga y Commodore 64 y entusiasta de lo que podríamos llamar videojuegos de garaje, hechos por 1 ó 2 personas, además de los gráficos coloristas y la jugabilidad simple y adictiva. Algo que no se queda en simples palabras y podemos apreciar en este DX-Ball




El tal Welch no hizo más que lo que en terminos cinematográficos se llama remake. Con una salvedad: no se cargó la obra original. Simplemente, cogió el Arkanoid, modificó los colores, creó un número elevadísimo de pantallas (¿100? No sabría decir ahora, pero hay rato) e introdujo diferentes y atractivos power-ups para regocijo, o espanto, del jugador. Como tantos otros, pero este es el más divertido que he encontrado hasta la fecha. Recordaré la mecánica del juego para aquel que no la conozca: con el ratón, controlas una barra que tiene pegada una pelota pequeña. Encima, en una brillante imagen en 2D, se encuentra un muro de ladrillos. Si haces click en el ratón, la pelota sale disparada, rauda para romper cuantos más ladrillos mejor. Lógicamente, si fallas al devolver la pelota pierdes. Si logras devolverla, comprobarás a que se referían los cyberpunks con aquello de las drogas cibernéticas. Vas pasando de pantallas y ganando puntos, pero cada vez quiere más y más. Y te fastidia cuando la bola empieza a ir a toda velocidad; o tal vez no, tal vez te motiva como a mí si es que estás tan tarado como para pensar que a alguien más que a ti le importa el hecho de pasarse un nivel más. Y se te dibuja una amplia sonrisa, o debería decir mueca psicopática, similar a la que experimenta el personaje del Doom al recoger la escopeta de dos cañones, cuando te caen los citados power-ups, las mejoras para la pelota que hacen que rompas más y mejor los ladrillos. Hay varias, pero las ideales son las que yo llamo "el disparo", "la bola billar", "la bola volcán" y la suma de estas dos últimas: "la bola billar-volcán". Muy imaginativo. Y eficiente.




Divertido, adictivo, gratuito y apto para videojugadores con memoria histórica, gente que quiera pasar el rato con esto en lugar de con las adaptaciones en Flash, retromongers en general que busquen lo antiguo por lo antiguo. En la página de BlitWise Productions, la compañía del autor, se puede descargar el DX-Ball "original" además de la segunda parte, que me he dado cuenta hace una hora que existía y probaré en cuanto acabe aquí. Asimismo, este no es el único programa de entretenimiento creado por este Michael P. Welch así que si os interesan este tipo de videojuegos, tal vez encontréis algo de interés en su catálogo. Yo lo comprobaré en unos días, tras pasarme la segunda parte de DX-Ball.

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