Título medio salvable de una saga que no tenía que haber sido resucitada o alivio tras una agonía que duraba ya 10 años, La venganza de los Sith cerró la segunda trilogía de Star Wars. Las críticas venían ya desde La amenaza fantasma, pero el estreno del final de la saga dio ya carta de legitimidad a las quejas de todo tipo de fans. Preguntas y preguntas que ya, que para eso es 2011, están más que dichas y contradichas: ¿es tan agudo George Lucas como para que supongamos que el cambio estético en los interiores y exteriores de las naves es una sutil metáfora del cambio de régimen? ¿Qué sentido tiene la anagnórisis (con los conceptos griegos siempre quedas bien) de Luke Skywalker por parte de Darth Vader si ya sabemos que aquél es hijo de este? ¿Y Leia? Qué desamparada se queda ahora esa frase tan evocadora: "no, hay otra".
Pero volvamos, volvamos, a 1977, porque la negación de los nuevos episodios y la veneración de los antiguos es lo único que nos puede evitar el vómito. Yo ni recuerdo cuándo vi lo que se conoce como Una nueva esperanza, pero como parte de mi generación he crecido con el Halcón Milenario y haciendo ruidos de sable láser. Luke Skywalker, Han Solo (qué grande Harrison Ford; su carrera habrá sido irregular, pero ahí quedan Deckard, Indiana Jones y el caza-recompensas chuleta), Darth Vader, Obi Wan Kenobi, C3PO, R2D2, Chewbacca... Grandes personajes, pero había uno singular, uno que se mantenía en un segundo plano, discreto, aunque con un papel de gran relevancia, que siempre me llamó la atención (poderosamente, como se suele decir). Algunos pensaréis “ya, claro, te resulta atractivo ahora, que sabes que el actor es uno de los mayores iconos del cine fantástico”, pero va en serio. Yo me quedaba a cuadros con este dialogo:
(Darth Vader ahogando a un oficial)
-Su carencia de fe resulta molesta.
-¡Ya basta! Vader, líberale.
-Como quieras.
Y Vader libera al oficial. “¿Quién es este tipo al que Darth Vader obedece?” me decía yo. Desde el comienzo de la película, Darth Vader se nos presenta como alguien poderoso y temible, intuimos que es capaz de hacer y deshacer a su antojo, investido como está, además, de ese misterioso poder de la Fuerza, sin más superior que él mismo. Sin embargo, en esta escena vemos que sí que debe obediencia, y no solo a un personaje como Darth Sidious, sino a alguien tan “mundano”, tan ajeno a esa esfera de Vader, como un oficial militar. ¿Quién es ese oficial y por qué manda sobre Vader con semejante autoridad?
El Gran Moff Tarkin no es un nombre que suela salir en la lista de personajes míticos de Star Wars, pero en el organigrama imperial parece estar por debajo tan solo del Emperador encargándose del aspecto militar de la empresa sith. Como afirma Leia:
-Gobernador Tarkin, debí figurarme que usted sujetaba la correa de su fiel perro Vader.
Y detrás de él está nada menos que Peter Cushing. Gran actor y persona sobre todo, principalmente conocido por sus representaciones, entre otras igual de buenas, de los doctores van Helsing y Frankenstein para la Hammer (en otro momento deberé tratar a nuestro insigne actor y alguna de sus películas), fue este llorado inglés quien calzó las botas del gobernador Tarkin. O debería decir las zapatillas, pues la incomodidad que le causaban las botas militares usadas por el personaje le obligaron a llevar zapatillas de abuelo (de abuelo británico, faltaría más) y a George Lucas a grabarle de rodillas hacia arriba. Apoyado en su semblante más que en las pocas frases que tenía su personaje, Cushing encarnó a un alto mando imperial inteligente y de mirada severa que dirigía implacable el aplastamiento del movimiento rebelde.
Fue hace unas semanas, revisando la lucha entre Obi Wan y Anakin al final de La venganza de los sith cuando me fijé en un detalle que había pasado por alto en un anterior visionado. Finiquitada la orden jedi, tres figuras otean el horizonte estelar desde la sala de mandos de una fragata espacial: Darth Vader, Darth Sidious y un oficial con una característica cara huesuda. Si fue un homenaje consciente el usar a un doble facial de Cushing y no un simple intento de continuidad podremos decir que Lucas anduvo fino en, al menos, algo.
¡Viva Peter Cushing!
Pero volvamos, volvamos, a 1977, porque la negación de los nuevos episodios y la veneración de los antiguos es lo único que nos puede evitar el vómito. Yo ni recuerdo cuándo vi lo que se conoce como Una nueva esperanza, pero como parte de mi generación he crecido con el Halcón Milenario y haciendo ruidos de sable láser. Luke Skywalker, Han Solo (qué grande Harrison Ford; su carrera habrá sido irregular, pero ahí quedan Deckard, Indiana Jones y el caza-recompensas chuleta), Darth Vader, Obi Wan Kenobi, C3PO, R2D2, Chewbacca... Grandes personajes, pero había uno singular, uno que se mantenía en un segundo plano, discreto, aunque con un papel de gran relevancia, que siempre me llamó la atención (poderosamente, como se suele decir). Algunos pensaréis “ya, claro, te resulta atractivo ahora, que sabes que el actor es uno de los mayores iconos del cine fantástico”, pero va en serio. Yo me quedaba a cuadros con este dialogo:
(Darth Vader ahogando a un oficial)
-Su carencia de fe resulta molesta.
-¡Ya basta! Vader, líberale.
-Como quieras.
Y Vader libera al oficial. “¿Quién es este tipo al que Darth Vader obedece?” me decía yo. Desde el comienzo de la película, Darth Vader se nos presenta como alguien poderoso y temible, intuimos que es capaz de hacer y deshacer a su antojo, investido como está, además, de ese misterioso poder de la Fuerza, sin más superior que él mismo. Sin embargo, en esta escena vemos que sí que debe obediencia, y no solo a un personaje como Darth Sidious, sino a alguien tan “mundano”, tan ajeno a esa esfera de Vader, como un oficial militar. ¿Quién es ese oficial y por qué manda sobre Vader con semejante autoridad?
El Gran Moff Tarkin no es un nombre que suela salir en la lista de personajes míticos de Star Wars, pero en el organigrama imperial parece estar por debajo tan solo del Emperador encargándose del aspecto militar de la empresa sith. Como afirma Leia:
-Gobernador Tarkin, debí figurarme que usted sujetaba la correa de su fiel perro Vader.
Y detrás de él está nada menos que Peter Cushing. Gran actor y persona sobre todo, principalmente conocido por sus representaciones, entre otras igual de buenas, de los doctores van Helsing y Frankenstein para la Hammer (en otro momento deberé tratar a nuestro insigne actor y alguna de sus películas), fue este llorado inglés quien calzó las botas del gobernador Tarkin. O debería decir las zapatillas, pues la incomodidad que le causaban las botas militares usadas por el personaje le obligaron a llevar zapatillas de abuelo (de abuelo británico, faltaría más) y a George Lucas a grabarle de rodillas hacia arriba. Apoyado en su semblante más que en las pocas frases que tenía su personaje, Cushing encarnó a un alto mando imperial inteligente y de mirada severa que dirigía implacable el aplastamiento del movimiento rebelde.
Fue hace unas semanas, revisando la lucha entre Obi Wan y Anakin al final de La venganza de los sith cuando me fijé en un detalle que había pasado por alto en un anterior visionado. Finiquitada la orden jedi, tres figuras otean el horizonte estelar desde la sala de mandos de una fragata espacial: Darth Vader, Darth Sidious y un oficial con una característica cara huesuda. Si fue un homenaje consciente el usar a un doble facial de Cushing y no un simple intento de continuidad podremos decir que Lucas anduvo fino en, al menos, algo.
¡Viva Peter Cushing!
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